Andorra 2012. 9 agosto, día 2


Lo malo de ir acompañado de un coche es que, pese a la creencia popular, los coches son más rápidos: tardan el triple en necesitar gasolina, y no se tarda nada en montarse en el coche y salir; en carretera tardan lo mismo que la moto... vamos, que la únicas ventajas objetivas de la moto son los atascos y encontrar para aparcar, y lo último se anula si van juntos.

Total, que como tenía que echar gasolina y ellos no, y queríamos ir a ver San Juan de la Peña, y ellos no, nos separamos. Yo tiré por la autovía, que tenía tramos nuevos, hasta el embalse de Yesa, donde ya nos incorporábamos a la nacional. Desde allí a San Juan fue un rato entretenido con un tráfico soportable y recuperando la ya olvidada sensación de "estoy viajando en moto".




La subida a San Juan de la Peña no me gustó demasiado, porque con tanto árbol no ves la siguiente curva,  ni los coches y autobuses que bajan, ni siquiera el paisaje. Y al llegar a la ermita... un bluf total, no merece la pena para nada: demasiado restaurado, demasiado nuevo, demasiada gente, y demasiado dinero por no ver nada.

Así que sacamos unas fotos desde afuera y esperamos a los otros, que además acertaron en su ruta por la NA-2200.


Desde allí acabamos de subir hasta el gran parador/monasterio turístico que hay arriba en una meseta, y bajamos por la otra ladera. Ahí sí acertamos... pedazo de carretera, ARF. Paisajes guapos, tráfico nulo, asfalto nuevo, el sonido de las cigarras, la moto a poco más que el ralentí... enlazando curvas sin necesidad de frenar en exceso.


Luego giramos a la derecha, ya en una carretera más ancha pero mucho más rota, que va camino del archifamoso camping motero de Anzánigo. Pero no era nuestro destino, nosotros íbamos hacia Huesca, así que al poco nos desviamos de nuevo a la izquierda por una carretera por la que poca gente se hubiera atrevido al ser tan... como lo diría... comarcal.


El comienzo estuvo muy bien: buena visibilidad, curvas rápidas, cero tráfico... ideal para viajar... ¡íbamos como salvajes! Hasta que llegó la zona chunga con bastante gravilla, y al deslizar la rueda delantera los huevecillos se me subieron a la garganta. Ahí el coche tiene todas las de ganar, y no entendía mi bajada de ritmo. Al final se me hizo un poco largo el tramo, pero pasamos por pueblos que nunca verías si no fuese de esta manera.

Finalmente llegamos a la nacional de Huesca, y a toda leche para llegar a comer nos dirigimos a nuestro siguiente destino, Alquézar.


Superchulo el pueblo. Y superturístico... como Santillana, pero en Huesca.

Después de comer en una de las numerosas terrazas para turistas nos dimos una vuelta caminando. Estábamos a 40ºC y no llevábamos la mejor ropa para ello.









Tras sudar un poco calculamos que nos quedábamos sin tiempo para llegar a Andorra a una hora prudente, y que no podríamos subir hasta Ainsa a seguir viendo pueblos del estilo y hacer carreteras chulas. Así que cogimos la ruta más directa. Pasamos por Benabarre y cruzamos por un puertecillo hasta Tremp. La subida se me hizo corta y divertida, pero la bajada se me hizo tremendamente larga... me dio un bajón por el calor y no veía la manera de acabar el dichoso puerto.

Al final pasamos Tremp y nos paramos en un bar chillout sobre el embalse, porque yo estaba deshidratado y necesitaba por lo menos uno entero.




Y ya refrescados con los refrescos y los trozos de melón de aperitivo, pasamos por Sort y comenzamos el puerto de Cantó. Por el lado de Sort es bastante sencillo: garrote-recta-garrote-recta... pero por el otro lado mucho más entretenido. Lo único, que bajar con tanto peso y ya casi de noche, como que no se disfruta demasiado.

 

Aquí la gasolina ya me iba justita, y no iba a echar en España estando la frontera ahí mismo... Así que estirando la reserva llegamos a Andorra ya de noche y buscamos el hotel, que resultó que de 3* sólo tenía la entrada. Lo bueno que estaba al lado de Caldea.

Como era tarde ni ducha ni nada, salimos corriendo a buscar donde cenar, y tras dar alguna vuelta encontramos el único sitio que quedaba que diera cenas a las 11 de la noche, un sitio de tapas con temática medieval, con sus armaduras, espadas y toda la pesca. Luego encontramos un par de bares donde tomarnos unas copas, que al día siguiente no había que madrugar... Pero cierran pronto, a eso de las 2.30 si no recuerdo mal. Eso sí, los fumadores quedaron encantados rememorando viejos tiempos.



Comentarios