Norte de Portugal en 3 días. Día 1

El verano pasado (2014) pudimos derrochar 3 días explorando el norte de Portugal. Lógicamente con tan pocos días no da tiempo a ver nada en profundidad, pero al menos da para ver lo gordo y quitar el mono acumulado durante tanto tiempo en el dique seco viajero.

Aprovechamos la coyuntura de las Carreras de Clásicas de La Bañeza, algo a lo que todo motero español debería acercarse a ver antes de que desaparezca. Allí pasamos la noche del sábado, en un pueblo cercano, vimos las carreras del domingo, y nada más comer pusimos rumbo a Braganza.




Salimos camino de Castrocontrigo, carretera entretenida por la que ya pasé en varias ocasiones. Al poco de salir de La Bañeza, en la primera curva tras una gran recta, nos encontramos un accidente. Un tío con una VFR se había marcado un recto y acabado entre los árboles. Y es que la gente se envalentona demasiado cuando se junta.

Tras echar gasolina en Puebla de Sanabria (en la que todavía no he entrado), nos metimos hacia Portugal por la carretera de Calabor y el parque de Montesinho. Está muy bien, especialmente el lado español, aunque con el calor no la disfruté en exceso. El lado portugués es más estrecho, más frondoso y con peores vistas, también con más tráfico y en resumen menos disfrutable.










Teníamos el hotel en el centro de Bragança, un dos estrellas que por fuera no tenía casi ni recepción, pero por dentro estaba nuevecito. Muy recomendable, Hotel Classis.

Después de una ducha rápida para refrescarse, nos dimos un paseo por la villa antes de cenar. Está guapa, muy cuidada, pero no hay muchas cosas que ver por el casco viejo: la plaza, el castillo, y un par de calles empedradas.


















Para cenar elegimos un famoso restaurante, el Solar Bragançano. Es de estilo s.XIX, a lo antiguo, con camareros de etiqueta y todo eso, y había oído muchas veces que se comía muy bien y barato. Sin embargo no comimos muy bien, sólo normal, aunque sí fue barato (42 euros con 2 botellas de vino de la casa, entrante, principales de bacalhau y cordero, y postres). Lo que no fue de recibo es que tardaran 1 hora en servir y que el vino estuviera caliente (del tiempo). Con la espera nos ventilamos una primera botella antes de que nos sacaran los platos, mientras los franceses de al lado miraban para nosotros con caras raras... y es que ellos aguantaron con una copa de vino toda la comida, incluyendo también su hora de espera.

Una cosa que me sorprendió de todos los lugares que visitamos en Portugal fue la grandísima cantidad de franceses que había. Mogollones.


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