Delnice, la ciudad más alta y con el aire más limpio de Croacia



En cuanto acabamos la ruta en Plitvice salimos escopetados hacia Delnice, lugar en el que habíamos reservado por la mañana. Lo escogimos al azar, calculando más o menos el tiempo que nos llevaría llegar, y viendo que Rijeka nos iba a quedar un pelín lejano.

Al poco de salir se puso a llover, y paramos a poner los impermeables. Estábamos en un bosque de un carril de ancho. Yo ya mosqueado por si iba a ser así toda la carretera.


Al poco la moto tironeó y se paró inexplicablemente. Supuse algún problema con los cables empalmados de por la mañana, pero no, y no encontré nada. El lugar para pararse era idílico, en una aldea con las casas bien cuidadas, ni un paisano por la calle, y con un rottweiler que debía cuidarlos a todos. Si hubiera que esperar la grúa, igual alguien nos cobijaba.



Pero al final la moto arrancó sin más. Y hasta hoy sin volver  a dar esos sustos.

Yo cuando viajo intento evitar las autopistas, para conocer paisajes y atravesar pueblos. Desde las autopistas no se ve nada. Así que con esa premisa hicimos la carretera 42 casi enterita. Una joya de carretera interior, con sus baches, sus paisajes y paisanajes, y atravesando pueblos con las casas típicas de los Balcanes. La disfruté un montón hasta Ogulin.


Las casas típicas de los Balcanes son como cualquier otra casa de por aquí, pero nada más poner las ventanas entran a vivir a ellas. No hacen falta todas las ventanas si quiera, el piso de arriba puede quedar sin ellas. Por fuera quedan de obra, en ladrillo, esperando un nuevo ingreso que les permita enfoscarlas y pintarlas.

De Ogulin hasta la autopista al norte ya no estuvo tan bien, carretera bastante cerrada de vegetación y nada interesante, prescindible. Además como se nos acabó haciendo de noche pues hubiera sido lo mismo ir por la autopista desde más atrás, justo al sur de Ogulin donde además estaban en fiestas.


Pero nos hubiéramos perdido atravesar Ogulin, y me hubiese quedado sin faltosidad para el futuro...
¡A ver ogulín, ven pacá! ¡Vaya ogulín que tas hecho!


Y llegamos a Delnice, la ciudad más alta y con el aire más limpio de Croacia. Eso es lo que dicen las páginas turísticas sobre Delnice. Y con razón, porque no hay mucho más. Parecen vivir de los deportes de invierno y de los cazadores, a tenor por las múltiples señales. Y fresquete hacía, 12ºC en agosto.
Dejamos los bártulos en el Hostal Centar justo cuando cerraban el bar-cafetería, y fuimos corriendo a cenar al Konoba Tron, que eran casi las 11 y cerraba cocina. Un restaurante muy guapo, ambientado en la caza y en el ski antiguo, con buena cerveza, buena comida, y con unos tipos en una mesa con un organillo que debían estar ensayando sus canciones tipo romería para el domingo, como los que aquí en Asturias hacen tonada. Pero cantaban muy bien y cenamos amenizados.
Al volver hacia el hotel se había metido la niebla y las calles estaban vacías. Esto no es la Croacia de los folletos.





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